Caso clínico n º 1:
Juan, de 12 años de edad, estudiante.
Se queja de falta de concentración y rendimiento escolar.
El paciente llega acompañado por su tía. Es un lindo jovencito de aspecto un poco descuidado, cordial, sonriente, un poco torpe y tartamudo; su voz tiene dos tonos. Parece cultivar interés por el Inglés, la ciencia ficción, y la construcción de autitos con objetos reciclados (bombillas fulminadas, utensilios de cocina, anteojos rotos…). Parece también determinado en sus decisiones. Cuando le pregunté si él ya habìa decidido qué carrera tomar, respondiò que serà científico-técnico. Pero las cosas le van mal en Geografía, Historia y Música, y esto irrita a su padre con quien por lo tanto ha desarrollado una relación difícil. En la escuela no consigue hacer amistad con sus compañeros de clase.
Se queja de no poder concentrarse, y tiene miedo de defraudar a su padre, que recientemente ha expresado una cierta dureza en la relación con su hijo, que se manifiesta con regaños y amenazas. Juan afirma que el padre le confiere una mayor comprensión a su hermano menor.
También informó haber presentado una solicitud a «Santa Claus» para que le ayude a mejorar la relación con su padre. La madre es rafigurada como una persona débil, resignada.
La tía subraya que el niño no tiene amigos, que no llama ni nadie lo llama por teléfono, que siempre está encerrado en su cuarto diseñando y construyendo cochecitos, que no estudia, que no se aplica, y que entre otras cosas, pasa mucho tiempo viendo dibujos animados en la televisión.
La tía muestra una clara actitud protectora hacia su sobrino, y por lo tanto también ella se convirtiò en objeto de mi atención: una tìpica mujer posmenopáusica sin niños que ha desarrollado un comportamiento casi enfermizo hacia su sobrino. Lo acompaña a la escuela y lo va a buscar, le recuerda cuándo debe cepillarse los dientes, y lo ayuda incluso cuando se ducha.
Consideraciones diagnósticas
La más obvia parece ser una forma de desarrollo mental retardado, probablemente también debido a la relación perniciosa con su tía, que parece actuar hasta como protectora en lo que hace a las agresiones del padre del jovencito.
Otro punto de consideración es el hecho de que el niño lleva a cabo una defensa personal ante los acontecimientos estresantes y se refugia en su mundo de sueños irreal. En la práctica, trata de “pensar menos”.
La timidez puede ser un segundo aspecto reactivo, que surje de esta incómoda situación, en detrimento de su proceso de crecimiento personal.
En esta fase el niño parece haber optado por una elección regresiva hacia una condiciòn de dependencia, renunciando a casi todos los intentos de auto-determinación.
El abordaje terapéutico
La primera elección es:
Chestnut Bud (aprendizaje) para fomentar el desarrollo mental.
Clematis (presencia) para permitir un mejor contacto con la realidad.
Mimulus (coraje) para hacerle frente al temor por el padre, y a la inseguridad, con el fin de evaluar la correlación con el «tartamudeo».
Walnut (la libertad) con el intento de reforzar la auto-determinación en el difícil proceso transaccional típico de la adolescencia.
Dos días después
La tía me llama por teléfono para informarme de sus sospechas (que en presencia del niño no podía decirme). Piensa que su sobrino tenga tendencias homosexuales y teme que haya sufrido violencias (no especificadas) por parte del padre.
Agrega que Juan toma regularmente las esencias florales que le han sido recetados.
Quince días más tarde
Visita de control. Juan viene a verme solo, sin la tìa. La primera constatación es una notable mejora de la tartamudez, los dientes parecen limpios, e incluso las ropas. Indago sutilmente en su pasado familiar y en su presente emocional. El no ha besado aùn a una chica, pero le gusta mucho una amiguita suya de la escuela. No hace nada para encontrarse con ella porque piensa que él no le gusta. Toma confianza conmigo y me dice que sufre por el hecho de que sus padres se pelean con frecuencia y su padre levanta la voz. Él le tiene miedo, recuerda que cuando era más chico su padre lo zurraba bastante. Cuando afloran estos recuerdos tartamudea de nuevo. Luego prosiguió. Dice haber tenido largas conversaciones con algunos de sus compañeros de clase. Y que quiere ir solo (por sus propios medios) a la escuela en el autobús.
Decido continuar sin cambiar la terapia floral.
Un mes más tarde.
Juan me cuenta que ya va a la escuela solo, se aplica en la mayoría de las materias màs débiles, y por primera vez dice que ordenó sin ayuda de nadie su habitación. El padre también le ha hecho un elogio. Ahora tiene dos amigos a los que llama para ir a jugar al fútbol. El tiempo que pasa viendo la televisión parece haber disminuido. La voz ya no tiene dos tonos y la tartamudez està muy atenuada, o sólo surge ante los recuerdos más desagradables.
Suspendo las demàs flores y dejo sólo Walnut.
Dos meses después
Juan llega sonriendo y su estrecha de mano es fuerte y decidida. La relación con su padre ha mejorado y parece mostrar más interés y aplicación en el estudio. Juega al fútbol y me lee la carta de declaraciòn de amor preparada para su amiguita.
Conclusión
A la semana siguiente la tía llama y se muestra preocupada por el cambio del niño. Le propongo una entrevista persona. No viene. Pero el niño sigue visitàndome cada tres meses.
Caso clínico n º 2:
Sheila, de 60 años, inglesa, vive desde hace muchos años en Italia. E profesora de Inglés, està casada con un hombre quince años mayorque ella, y tienen dos hijos. Se queja de estar cansada, de ser agresiva y de sufrir de mal humor a menudo.
Sheila me da la impresión de una mujer segura de sí, habla en manera decidida y con un leve acento Inglés. Su sonrisa debe haber sido atractiva durante su juventud, pero hoy en día su expresiòn es dura, poco amigable. Se la ve agobiada físicamente a pesar de su maquillaje y su ropa bien cuidada. Se lamenta porque desde hace dos años ya no se ve como una persona solar, positiva, alegre, servicial. Por el contrario, ahora se siente agotada, deprimida, de mal humor, y tiene la sensación constante de ser «usada». Durante meses su cerebro «habla solo», se siente gorda (aunque se la ve bastante delgada) y por lo tanto, está constantemente a dieta. Toma laxantes desde que era joven y ya ha hecho uso de anfetaminas para cuidar la línea.
En la entrevista el paciente evidencia el hecho de que su madre le hacía sentir insignificante, inadecuada, gorda y fea. Pero el evento central parece ser la cuestión que a los 21 años descubre por casualidad que ha sido adoptada. Por lo menos en esta clave tiende a explicarse varias cosas, si bien el resentimiento hacia su madre adoptiva se vuelve cada vez mayor. Se siente engañada y traicionada. No mucho tiempo después conoció a su futuro marido, y se casaron en pocos meses. Sheila comienza una nueva vida. El es protectoa, cariñoso, si bien habla y comunica muy poco. Pero a ella le basta saber que hay afecto, aquél que piensa no haber recibido nunca de su madre.
Afirma haber identificado el motivo de su ira de hoy en día: el hijo tuvo un bebé con una mujer norteamericana de color, ya divorciada dos veces. En su opinión, ésta sería una persona prepotente, falsa y utilitaria: quando entra en su casa abre la nevera sin pedir permiso, le usa las toallas, se tira en el sofá de la sala de estar para ver la televisión, pone todo patas arriba. A Sheila le gusta el orden. Habló de esto con su hijo, pero él no escucha razones. Él la ama, y la reconoce como madre de su hijo.
Sheila fuma. Treinta cigarrillos al día. No puede llorar, aunque le gustaría.
Consideraciones diagnósticas
La más obvia parece ser la imagen distorcionada de sí misma en relaciòn con la realidad: ella se siente gorda, pero es delgada: Tiene una relación hostil con su cuerpo. Aumenta los problemas y los rumea en su cabeza.
Aún no ha superado el trauma de haber descubierto que era hija adoptiva. Y ese dolor reprimido le impide reconocer la parte amable de sì misma y de los demás.
La sensación de competir con otra mujer (la nuera) la vuelve agresiva, y no se da cuenta que simplemente no tienen que pagar los justos por los pecadores.
El abordaje terapéutico
La primera opción es:
Crab Apple (pureza fìsica y mental) para aliviar su sentirse inadecuada ante sí misma, su manía por el orden, y para restablecer los contactos entre su salud física y emocional.
Estrella de Belén (resolución) para desbloquear la energía y estimular la capacidad de superar los traumas mediante su incorporación en el contexto de la experiencia de la vida, y permitir el desarrollo de experiencias positivas.
Holly (amor universal) para aliviar las dolorosas consecuencias de su experiencias pasadas, para que vuelva a ser más sensible respecto a las relaciones humanas y los sentimientos positivos, para aprender a aceptarse a sí misma y quererse por lo que se es. Para restaurar su sentido del humor y ayudarla a hacer las paces con el mundo.
Quince días después
Sheila dijo que había soñado mucho en este período. Sus sueños suelen ser aterradores. Sueña con ser un bebé abandonado en los tachos de la basura, al que nadie escucha a llorar (sueño repetitivo). Se despierta llorando pero a ésto lo interpreta en manera positiva, porque creía haber perdido para siempre su capacidad de llorar.
Decido continuar con la terapia floral sin cambios.
Un mes más tarde
Los sueños más recientes parecen más tranquilos. En el ùltimo se viò tomando a su nieto mulato en los brazos. Los cigarrillos bajaron a 15 por día y manifiesta el deseo de dejar de fumar, pasando asì de la precontemplación a la etapa de contemplación de acuerdo con el modelo de Prochaska. Sheila conserva sòlo el miedo de engordar. La función intestinal mejoró y dejó de tomar laxantes. El estado de ánimo ha mejorado y todos en su casa se han dado cuenta. Pudo acunar a su nieto.
Prescripciòn floral n. 2:
Crab Apple y Holly.
Conclusión
Decidimos juntas prolongar el tratamiento hasta que se produzcan cambios sustanciales en su alma y en su personalidad.